La villa de Paterna, más conocida como Paterna, está situada al noroeste de la comarca de la Huerta de Valencia, a 5 km al noroeste de Valencia, y en la ribera izquierda del río Turia. Su población es de 64.023 habitantes y tiene una superficie de 44 kilómetros cuadrados. Fue señorío de los Luna del siglo XII al XV, pero más tarde pasó por diversas manos hasta la abolición del régimen señorial. Su término se riega con agua del Turia y de diversas fuentes, es fértil con las oliveras, moreras y viñas, así como en otros cultivos que ya existían en los tiempos de los romanos
“Partido. Primero, de oro, los cuatro palos de gules. Segundo, de gules, la Torre, de oro. En punta, de plata, el creciente jaquelado de sable y oro, reversado. Al timbre, Corona Real”.
Respecto al Himno de Paterna, fue compuesto en el año de 1921 con letra de Vicente Mallent y música del director de la banda de música Domingo Meri y su hermano Vicente. La primera estrofa del Himno local quedaría de la siguiente manera:
“Vixca Paterna, la nostra cuna / on varem vore la llum primera / Vixca la Torre, negra i moruna / que l´ acarona altiva i fiera… “
Pero estas alabanzas y loores hacia edificio tan señero no han sido, por desgracia, siempre así. A finales del siglo XIX las construcciones de cuevas aumentan de forma manifiesta. Se alcanza un extremo tal que incluso el Ayuntamiento se lamenta por la pérdida de los terrenos comunales del Boalar.
La Corporación trató, igualmente, de ampliar la actual Plaza del Pueblo. El día 3 de mayo de 1897 se acuerda por el Ayuntamiento de Paterna crear una Comisión compuesta por el Sr. Alcalde y el Regidor Síndico “para que propongan y gestionen con Don Enrique Trenor Bucelli la permuta de la Torre con el edificio posada que éste posee en la Plaza”. Esta ampliación de la Plaza no tuvo lugar ya que el expediente se paralizó puesto que el propietario del Casino no aceptó la permuta por la Torre y, por tanto, ésta siguió perteneciendo al pueblo de Paterna.
En el Pleno de la Nochebuena de 1898 sale a colación que el Sr. Capitán General del distrito “ha solicitado la cesión definitiva del torreón que de antiguo viene sirviéndose el ramo de Guerra”. Iniciado el debate sobre este punto, las consideraciones de los miembros del Ayuntamiento serán que “el torreón indicado es un edificio inútil... e inservible para todo uso... [Ya que]... nada produce”. Es por ello que el Ayuntamiento “no ha intentado en reparación, ni atiende a su conservación en forma alguna”.
Tras la deliberación se indica que el torreón “dada su antigüedad [supone] un gasto superfluo para el Ayuntamiento que ningún destino puede dar” por lo que se decide “cederlo gratuitamente al departamento de Guerra”.
Tras estas desoladoras palabras y las desdichadas argumentaciones utilizadas por los representantes municipales de ese momento, la torre de Paterna pasó a depender directamente del ramo de guerra. Una primera lectura de los acontecimientos nos hace pensar en la ostensible dejación municipal y la infravaloración que, a todas luces, se hizo del monumento. Aunque, sensu contrario, también se puede argüir que gracias a esta pretendida cesión se conseguía la pervivencia de la torre ante la manifiesta escasez de recursos económicos del Consistorio.
Otro de los cometidos ejercitados por la torre fue el de torre-vigía durante los constantes lances y guerras que le ha tocado vivir en su larga vida. No obstante, transcurridos los tan frecuentes períodos de inestabilidades bélicas, ejerció la misma tarea de alerta aunque ahora para advertir a la población civil de las actividades propias del estamento militar ubicado en nuestra Villa. Así, se indica en los libros de Archivo que “para hacer pública la noticia de los días que se hacían prácticas de tiro, se colocaba una bandera de color rojo en la Torre de Paterna. Al avistarla, sabían los labradores que en la Muela e inmediaciones se estaban realizando ejercicios con fuego real”. Este carácter funcional llegó a cubrir, como decimos, diferentes épocas históricas e, incluso, alcanzaría nuestro presente más inmediato.
Así en los años cincuenta se dice por parte de la Comandancia Militar: “se haga saber al vecindario que todos los días laborables de la semana, excepto los viernes, 4
Se efectúan ejercicios de tiro de fusil sobre el espaldón de Tiro de este Campamento, y los días en que se efectúan ejercicios de Fuego Real, bien de cañón o de fusil y ametralladora combinados… se iza la Bandera Nacional en la Torre del Polvorín núm. 5 y la Torre Moruna de esta Villa…”
En 1971 el Ayuntamiento de Paterna acordó restaurar la Torre, y en 1967 se había inaugurado la escalera nueva de acceso a la torre y cuevas.
La sorpresa vendría cuando la Sección de Patrimonio del Estado inicia expediente “a los efectos… de investigación sobre la propiedad de la llamada Torre de Paterna ubicada en esta Villa”. El estupor en el pueblo resultó mayúsculo. Según documento del Mº. De Hacienda enviado al Alcalde, a la sazón D. Rafael Alfonso Barberá, se envía expediente “al objeto de reivindicar a favor del Estado el Castillo de Paterna”. El Ayuntamiento de Paterna recogió el sentir de la población y acreditó “de manera fehaciente” la posesión municipal de la Torre “desde tiempo inmemorial” así como “los hechos no menos relevantes…concernientes a la constante tenencia de las llaves de la Torre por el Ayuntamiento de su nombre…”. Tras una prolija serie de acontecimientos judiciales, cuyo desarrollo excede las pretensiones del presente artículo, la Sala Segunda de lo Civil, el 8 de junio de 1972, emitió un fallo por el que se rechazaba el recurso interpuesto por el Estado y confirmando la sentencia que le daba la razón al Ayuntamiento. La Torre de Paterna, que tantas peripecias había sobrellevado en su larga vida, superaba una experiencia más.
Desde finales del s. XIX se había intensificado extraordinariamente la construcción de cuevas. Pero con el desarrollismo de los años sesenta, surgen encaramadas y novísimas fincas. Sus consecuencias serán una lenta y agónica desaparición de tan señeras construcciones. Será, en este contexto, en el que se acuerde la restauración de la Torre y, asimismo, la solicitud de monumento histórico y artístico. Según la documentación presentada, el presupuesto general de la obra se dividió en cinco capítulos a lo que se añadían los honorarios facultativos, sumando un importe total de 1.498.538 ptas. 29 cts.
El año siguiente de 1971 finalizarían las obras, al tiempo que el 16 de julio de ese mismo año, el Mº de Educación y Ciencia acordaba la declaración de Monumento Histórico Artístico de carácter local para la Torre y cuevas que la circundan. La alegría en la Villa de Paterna fue inmensa. 5
El Ayuntamiento finalizaba su restauración y el inmueble iniciaría una nueva andadura con la definitiva incorporación al imaginario colectivo y de ostentación simbólica de nuestro patrimonio común.
Las primeras elecciones municipales democráticas tuvieron lugar en abril de 1979. Entre las prioridades culturales del equipo de gobierno para el año de 1980 figuraba la creación de un museo de cerámica. Tal es así que en la sesión plenaria de 26 de septiembre de 1980, por unanimidad de todos sus miembros, se acordaría: “La creación de Museo de Cerámica Municipal, como servicio público municipal e instalado en la Torre de Paterna. En 22 de febrero de 1982, sería inaugurado el Museo Municipal de Cerámica
La Torre pasaba a ser oficialmente sede del Museo de cerámica pero enseguida hubieron hallazgos de incalculable valor que iban incrementando tan aceleradamente nuestro patrimonio cerámico que la Torre resultaría, a todas luces, insuficiente para exponer los continuos restos. A ello se unirían una serie de problemas de carácter legal sobre normativa de seguridad, contenido de los fondos, etc. que harían insostenible el mantenimiento de la torre como sede museística definitiva. Su etapa como Museo de cerámica pronto finalizaría.
Como se ha dicho anteriormente, la Torre estaba y está en cierta manera de cuevas, en las cuales se vivía y hoy por hoy en algunas hay gente viviendo. Muchas de ellas se han reformado para adecuarlas a la vida de hoy y muchas otras se tuvieron que derrumbar por motivos de seguridad. En el año 2000 se hizo una obra a gran escala de las cuevas de la torre para poner zonas de juegos, un estanque, una fuente, el Ágora en el cual está la biblioteca y bastantes aparcamientos para vehículos. En la remodelación de esta zona, se intentó imitar a las cuevas con puertas y ventanas que luego de su colocación fueron cambiadas por unas cristaleras para el servicio a que iban a ser destinadas.
En la actualidad, entre el recuerdo y la sublimación del imaginario colectivo, la Torre forma parte inequívoca de nuestra personalidad por sus efectos simbólicos y es visitada continuamente.
Y es que en estas huellas del pasado se reconocen los esquemas y símbolos con los que nuestros antepasados se han relacionado entre ellos y con su entorno, plasmando una forma de pensar, de sentir y, en definitiva, de legarnos una historia propia y peculiar.
Es tarea de los organismos públicos salvaguardar nuestro rico patrimonio histórico, artístico y arquitectónico. Pero junto a la Administración también tienen la palabra los vecinos, no sólo a través de la perpetuación de la memoria, sino impidiendo la desaparición de todo documento y de todo edificio, como es el caso de la Torre, con el fin de salvaguardarlos desde una perspectiva de futuro para todos aquellos ciudadanos que estiman su pasado.
Un pasado y, en este caso, una Torre que ha gozado de distintos usos, que ha vivenciado experiencias diversas pero que nos debe hacer reflexionar sobre el hecho de que más allá de unas acciones concretas, el devenir de los tiempos nos lleva a conformar lazos de armonía y afecto en los que la Torre, y lo que ella representa, supone un elemento de integración e identidad entre los paterneros y paterneras todos.
